Fotografías de los hijos de Lena Martin; sus abuelos siguen viviendo en la casa y no planean irse. Caracas, Venezuela, 2017 Mariana Vincenti |
Venezuela ha enmudecido,
ostensiblemente desolada.
“Se ve vacía”, dijo la
fotógrafa Mariana Vincenti. “Dondequiera que vayas: en las calles, en los
salones de clase, por todos lados”.
Fue este absoluto silencio lo
que la llevó a explorar la gran emigración de Venezuela. El caos político y la
debacle económica han convertido a algunas ciudades en pueblos fantasma. Los
comercios están vacíos; los hogares quedaron completamente amueblados, como si
las personas simplemente hubiesen salido de compras al supermercado.
Desde septiembre de 2017,
Vincenti ha fotografiado las habitaciones de sus compatriotas que abandonaron
el país en busca de una vida mejor. Se calcula que aproximadamente un millón y
medio de venezolanos se ha marchado del país, pero se espera que la cifra
aumente. Estamos acostumbrados a ver imágenes de ríos de migrantes desesperados
en las fronteras, declaró Vincenti, pero ella quería dirigir su lente hacia el
otro lado.
Esta es la habitación de la fotógrafa Mariana Vincenti, de 28 años, quien viajó a Estados Unidos para estudiar fotoperiodismo. Caracas, Venezuela, 2018 Mariana Vincenti |
“¿Qué sucede con ese espacio, con un país que enmudece?”, pregunta.
Vincenti comenzó el proyecto
cuando volvió a su casa en Caracas después de estudiar fotografía en Nueva
York. Llamó a su amiga Valeria Pedicini, una periodista venezolana, para
ponerse al día y preguntarle por sus amigos.
“Me respondió: ‘Todos se han
ido’”, recordó Vincenti. “Te sientes como un guerrero en tu propio país porque
todo el mundo se ha marchado. ‘Ya se fue’ es la frase más común que pronuncian
los venezolanos últimamente”.
Vincenti también se marchó pero
hace poco visitó a sus padres en Caracas y encontró la habitación de su niñez
casi intacta: la lista de pendientes en el espejo, boletos de conciertos, un
cigarrillo de su época de fumadora y otros artículos.
“Mi habitación es particular,
me apropié de ella, pero las cosas que conforman mi espacio no son cosas que
llevarías contigo si te mudas a otro país”, dijo. “Solo puedes llevar 23 kilos.
¿Qué eliges llevar contigo? ¿Cuáles son las cosas que vas a necesitar?”.
En Venezuela, la mayoría de los
jóvenes viven con sus padres hasta que contraen matrimonio, así que las
habitaciones que visitó estaban llenas de recuerdos.
“En tu habitación está tu
esencia, y lo que no llevas contigo cuando te marchas”, dijo Vincenti. “Yo sigo
ahí. Era un recordatorio de que, como yo, había millones de habitaciones en
Venezuela abandonadas por sus dueños. Las familias siguen viviendo en esas
casas y tienen que mirar el espacio vacío a diario”.
Junto con Pedicini, ambas se
dispusieron a buscar distintos tipos de habitaciones e historias por toda
Caracas; Vincenti fotografiaba y Pedicini entrevistaba a las familias.
“Vimos cómo enfrentaban la
pérdida, cómo sorteaban esto”, explicó Vincenti. Una de las madres que
entrevistaron fue Elisa Martínez, cuyo hijo Jorge Badra salió de Venezuela para
dirigirse a Madrid. Ella emigró de Cuba, escapando de la dictadura. Junto con
su esposo construyó una enorme y hermosa casa para sus hijos, relató Vincenti,
con la idea de que fuera el hogar de las futuras generaciones de su familia.
“Y luego fue ella quien alentó
a su hijo mayor a marcharse”, dijo Vincenti, quien comentó que Martínez pensaba
que como su hijo es abogado tendría mejores oportunidades en otro lugar. “Su
corazón estaba dividido”.
The New York Times
La habitación de José Badra, de 30 años; el viajó a Madrid luego de perder su trabajo. Caracas, Venezuela, 2018 Mariana Vincenti |
Mireya Roso, de 57 años, se fue a Argentina en busca de estabilidad económica. Caracas, Venezuela, 2018 Mariana Vincenti |
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