La crisis social y política en Venezuela generada por la dictadura de Nicolás Maduro a llevado a millones de jóvenes a emigrar provocando el éxodo más grande de la historia contemporánea |
CARACAS
— En los últimos cuatro años, Venezuela se ha convertido prácticamente en
sinónimo de crisis. Las imágenes de la nación suramericana muestran rostros
demacrados, filas para los alimentos subsidiados, hospitales sin suministros y
operativos policiales.
En
las fronteras con Colombia y con Brasil han aparecido ciudades de tiendas de
campaña. Están repletas de viajeros exhaustos que huyen del país que tiene las
mayores reservas de petróleo comprobadas en el mundo, aunque en la situación
actual es fácil de olvidar que ese es el caso.
La
hiperinflación ha motivado su huida. El valor oficial del “bolívar fuerte”,
como se conoce a la moneda venezolana, es de diez bolívares por dólar; en el
mercado negro, que refleja el valor del bolívar en la calle y en el mercado
cambiario internacional, la tasa de cambio alcanzó durante los primeros días de
junio los 2 millones de bolívares por un dólar.
El
Fondo Monetario Internacional proyecta que la inflación llegue a un 13.000 por
ciento para fin de año. Estas distorsiones y controles de precios han creado un
entorno propicio para la corrupción. Mientras algunos de los venezolanos más
acaudalados ocultan su riqueza, como fue evidenciado con los Papeles de Panamá,
quienes ganan el salario mínimo en el país deben dedicar la mayor parte de su
ingreso mensual a comprar la canasta básica y, aun así, batallan para poner
comida en la mesa.
Miles
de jóvenes venezolanos se han ido a ciudades con economías más fuertes y más
oportunidades —Lima, Nueva York, Bogotá, Barcelona—, en lo que se ha vuelto una
diáspora de rápido crecimiento. Muchos de los que se quedan están anclados por
limitantes económicas y obligaciones familiares. Sin embargo, otros han elegido
perfeccionar sus oficios en Caracas.
Por New York Times
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